Las redes sociales entre los hombres de la prehistoria funcionaban con patrones muy semejantes a los actuales, aunque los antepasados del moderno usuario de Facebook y Twitter no tuvieran a su disposición la tecnología actual.
La conclusión, publicada en la revista Nature, pertenece a un grupo de investigadores de Harvard coordinado por el sociólogo Nicholas Christakis, que estudiaron las formas de conexión entre los miembros del grupo étnico hadza, cazadores-recolectores de la región del lago Eyasi de Tanzania.
“Lo más asombroso es que las antiguas redes sociales de los humanos se parecían mucho a lo que vemos hoy”, comentó Christakis. “Desde los tiempos en que estábamos en torno a hogueras y las palabras flotaban a través del cielo, hasta hoy en que tenemos paquetes digitales flotando a través del éter, hemos hecho las redes básicamente de la misma manera”, agregó.
Según el estudio, tal como sucede en la tribu hadza actualmente, también las poblaciones primitivas establecían vínculos con parientes y no parientes sobre la base de atributos compartidos, como la tendencia a colaborar.
“Descubrimos que lo que la gente moderna está haciendo con las redes sociales electrónicas es lo que siempre hicieron, ya antes de la agricultura”, indicó James Fowler, de la Universidad de California en San Diego, que participó en el estudio.
Los investigadores se preguntaron si las redes sociales son un producto de la vida moderna o si podrían haber surgido también en las condiciones en que vivían los antepasados del hombre actual.
Para verificarlo estudiaron el estilo de vida de los hadza, una de las últimas tribus vivientes de cazadores-recolectores, cuyo estilo de vida precede a la invención de la agricultura. Los hadza son nómades, se alimentan con tubérculos, nueces y frutas, flamencos, ratones y jirabas. La miel es una de sus comidas preferidas.
Para construir una red social, los científicos pidieron a unos 200 adultos que identificaran a la persona que preferían tener en el campamento vecino; luego le dieron a cada adulto tres porciones de miel que podían regalar a cualquiera en su campo.
Así generaron 1.263 vínculos y 426 regalos. En una actividad distinta, midieron los niveles de cooperación, dando más miel a cada individuo, para que la guardaran para sí o la donaran al grupo. Mapeando las redes, descubrieron que se formaron tres grupos distintos entre cooperadores y no cooperadores.
Esta distinción fue significativa incluso cuando se tuvieron en cuenta otros factores, como las conexiones relacionadas con la proximidad geográfica.
Entre otras cosas, también se analizó la transitividad de la amistad, es decir, la probabilidad de que los amigos de una persona se contacten y se vuelvan amigos entre sí.
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