En la mira de la justicia está Tomás Escobar, un argentino veinteañero que en octubre de 2009 creó Cuevana, que actualmente tiene unos dos millones de visitas diarias, 90 por ciento de las cuales en América latina, y comparte un catálogo de unas 3.000 películas y 250.000 series.
El contenido de Cuevana venía enlazado por con el sitio de intercambio de archivos Megaupload, acusado de piratería masiva en Estados Unidos y que era su principal fuente, aunque no la única.
También está en la cuerda floja el futuro de Taringa!, que recibe seis millones de visitas diarias y fue mencionado en el informe del FBI contra Megaupload.
El sitio fue creado en 2004 por tres argentinos, los hermanos Matías (32) y Hernán Botbol (29) y Alberto Nakayama (30), propietarios además de la firma Wiroos SRL que da ‘hosting’ al portal cuyos ingresos provienen de la publicidad.
Los tres fueron procesados en 2010 en Argentina por reproducción de libros sin autorización.
Taringa! se desvinculó en un comunicado el domingo de Megaupload al asegurar que “en ningún momento tuvo ningún tipo de acuerdo comercial, son los usuarios lo que deciden a qué sitios web enlazar sus post”.
Cuevana es objeto de varias denuncias penales presentadas entre otros por la Unión Argentina de Videoeditores (UAV) y por la cadena de televisión por cable HBO.
Escobar se defiende de las acusaciones al asegurar que creó Cuevana “como un hobby, como una necesidad propia, para poder organizar las series y películas en internet”.
En una de las pocas entrevistas que dio al sitio especializado alt1040, este joven de perfil bajo aseguró en noviembre pasado que “nunca estuvo la intención de lucrar con terceros” aunque admitió que ante el crecimiento del sitio “queremos llegar a un acuerdo con las productoras, distribuidoras y dueños de contenido”.
Pero los damnificados no están dispuestos a escuchar: “Consideramos que Cuevana ha robado, secuestrado productos que son nuestros. Bajo ningún punto de vista vamos a negociar con ellos. Primero tienen que desactivar las páginas”, advirtió el titular de la UAV, Daniel Parise.
“Lo que está pasando con Megaupload supera nuestras expectativas. La industria por fin reacciona“, dijo a la AFP Parise, entusiasmado con la detención en Nueva Zelanda de Kim Schmitz, fundador del sitio de intercambio de archivosMegaupload.com, acusado de generar 175 millones de dólares en actividades delictivas y provocar más de 500 millones en daños a los propietarios de derechos de autor.
La UAV, que reúne al 65 por ciento del mercado local, presentó en diciembre pasado una denuncia penal contra Cuevana, “para pedir que se bloquee el acceso a nuestro material en Argentina, pero esto es mucho mejor”, insistió el empresario.
Esta denuncia se sumó a una de HBO, mientras que otras importantes empresas damnificadas presentaron demandas a fines de 2011 ante el Fiscalía General de Ricardo Sáenz.
“Comparto la idea de que la web 2.0 permite que entre todos vayamos creando contenido, a través de las distintas opiniones que libremente vamos exponiendo sobre un tema. Pero eso no significa que tengamos el derecho de apropiarnos de contenidos protegidos legalmente“, advirtió a la AFP el fiscal Sáenz, especialista en delitos informáticos.
Según el ranking de páginas web Alexa, de los 12 países donde Megaupload figuraba entre las 30 páginas más visitadas de la red, ocho eran latinoamericanas.
En Argentina, Megaupload figuraba en el sitio 18, mientras que en Estados Unidos en el 256.
Cuevana fue el único sitio en Argentina que se sumó la semana pasada a las 10.000 páginas web del mundo que se mantuvieron apagadas 24 horas en protesta por los proyectos de ley SOPA y PIPA.
En tanto, la página web de la Cámara Argentina de Productores de Fonogramas y Videogramas (Capif), fue hackeada el domingo en protesta contra SOPA por el grupo de activistas y hackers Anonymous.
Al abrir la página web de Capif, que denuncia que seis de cada 10 argentinos bajan música por internet y de ellos el 99 por ciento lo hace de manera ilegal, se veía el domingo a la mítica Mafalda, la niña que odiaba la sopa creada por el historietista Quino, diciendo “No queremos S.O.P.A.”.
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