Los mayores ataques contra Steve Jobs han provenido del mundo del 'software' libre y de aquellos que señalan que fue un innovador con enorme destreza para vender productos a escala global.
Mientras la industria tecnológica se ha ido abriendo poco a poco a las ventajas del código abierto para atraer desarrolladores, gracias, sobre todo, a la generalización de Internet (incluso Microsoft ha terminado abriendo parte de sus códigos), Apple sigue apostando por el control absoluto de sus productos.
Sus detractores señalan que Apple aprovecha al máximo el monopolio que tiene en sus propios productos, lo que genera una dependencia económica y tecnológica inocultable.
Y a la cabeza de estas críticas está Richard Stallman, creador de GNU y uno de los mayores -y más radicales- impulsores del 'software' libre.
El proyecto GNU fue iniciado por Stallman a comienzos de los años 80 con el objetivo de crear un sistema operativo completamente libre. Su contracara es Apple. "Apple es más malévola y mucho más restrictiva que Microsoft, ya que limita incluso el derecho de ejecutar aplicaciones", afirmó hace un año Stallman.
"Apple crea esposas digitales, hace creer a la gente que es 'cool' por tener sus productos y realiza juegos de marketing para que no parezca malo lo que hace".
Incluso el día después de su defunción publicaba en su blog una breve entrada en la que de alguna manera se alegraba de la desaparición del personaje (no de la persona): "Nadie merece morir -ni Jobs, ni el señor Bill (Gates), ni siquiera aquellos culpables de males mayores-. Pero todos merecemos el fin de la influencia maligna de Jobs en la informática personal".
En un artículo publicado por la prestigiosa revista The New Yorker, el analista John Cassidy (ver aparte) pone en cuestión el carácter artístico de Jobs y argumenta que, más bien, se trata de un ‘hippy del capitalismo’, por su enorme capacidad para ‘robar’ tecnología de otros creadores, reformular sus alcances y vender servicios a escala global.
Pero sus seguidores responden: “Mientras los programas de las PC de Microsoft conquistaron las oficinas y administraciones, Job diseñó máquinas más cercanas a la gente, con un diseño más atractivo y más fáciles de utilizar”.
A su vez, Jobs es reconocido como el hombre que revolucionó la industria de la música al facilitarle su entrada definitiva, aunque no sin dolor, en el mundo digital.
La polémica está servida. Fans, detractores y especialistas continuarán debatiendo los alcances de un hombre, sin duda, descollante, que marcó el ritmo de la era digital y mostró el futuro a través de una computadora cuya marca definitiva es una manzana mordida.
“Jobs se dio cuenta de que el éxito pasaba por productos útiles y bien diseñados”
John Cassidy/Revista The New Yorker
Voy a dejar la reverencia por Steve Jobs un poco de lado. El líder de Apple fue un gran empresario: un legendario innovador y desarrollador de productos; un inspirado vendedor; un implacable explotador de su posición monopólica; y, dentro de las compañías con las que estaba asociado, una tremenda fuente de energía e impulsor de movimientos hacia adelante.
Pero ¿fue un gran artista como dicen muchos? Si fuera así, lo fue en el sentido de Bob Dylan y Andy Warhol: una talentosa ave que tomó de otros las innovaciones que tenían a medias y las convirtió en bellos objetos con gran deseo de parte de masas de gente.
Apple no desarrolló la primera computadora de escritorio basada en un microprocesador: la Micral N y la Altair del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés) surgieron antes que la Apple II.
Steve Jobs no creó el ratón tampoco: él lo tomó de las versiones que vió en el equipo de investigación de Xerox Parc en Palo Alto. George Lucas, y no Jobs, creó Pixar. El Nomad Jukebox, un procesador digital de música hecho por una compañía en Singapur, fue el anticipo del iPod.
La genialidad de Jobs consistió en ver, antes que prácticamente nadie, que la industria de las computadoras se estaba uniendo a la industria de los consumidores de bienes y servicios, y que el éxito pasaría por productos que sean útiles y bien diseñados, pero también que sean atractivos y tengan una marca inteligente. Él tomó genuina innovación y la mejoró para el gran público.
La Apple Macintosh, que se lanzó en 1984, fue la primera PC que no se parecía en nada a lo que era en el mítico garaje que compartió con su colega Steve Wozniak. La iMac utilizó colores brillantes para hacer que las laptops se vean atractivas. El iPod, a diferencia del Nomad, era pulcro y suficientemente liviano como para llevarlo en el bolsillo. En 1996, un documental de la cadena PBS, llamado El triunfo de los nerds (estereotipo de persona abocada completamente al estudio y a la labor científica), Jobs declaró: “Nunca hemos tenido vergüenza de reconocer el robo de grandes ideas”. Y así fue.
“Le ganó en todo a Bill Gates”
Miquel Barceló/Universidad Cataluña
En informática se suele hablar mucho de esos jóvenes, verdaderos ‘magos de los ordenadores’ (computer wizards), que se han enriquecido con nuevos avances tecnológicos.
Recientemente, la película La red social (2010, David Fincher) ha acercado este fenómeno al gran público gracias al ‘oscarizado’ y dinámico guión de Aaron Sorkin. Pero ese guión adaptaba un libro de título claramente significativo: Multimillonarios por accidente, de Ben Mezrich.
Tal vez ese mundo de los magos de la informática sea solo eso: jóvenes que tienen suerte y acaban haciéndose multimillonarios casi por casualidad y no precisamente por voluntad propia.
Entre esos jóvenes, la gran excepción es Steve Jobs, un verdadero genio visionario que llegó a todo antes de que ocurriera. No como otros. Suelo especular con mis estudiantes en torno a la posibilidad de que Bill Gates se haya pasado toda su vida pensando eso de que ‘cuando sea mayor, quiero ser como Steve Jobs’. Lo cierto es que, si Jobs llega con antelación y crea tendencias, Microsoft suele llegar tarde a todo.
Microsoft llegó tarde a la nueva interfaz WIMP (windows, icons, mouse y pop-up menu), llegó tarde a los sistemas operativos multitarea, llegó tarde a Internet, llegó tarde a las consolas de juegos y un largo etcétera. Aunque, eso, sí, cuando llegó, lo hizo adquiriendo pronto una posición dominante.
Steve Jobs siempre se ha adelantado. Su primer colaborador, Steve Wozniak, cofundador de Apple en 1976, reconoce que fue Jobs quien sugirió vender un ordenador montado en una única placa de circuito impreso. Ese fue el primer Apple, creado, como quiere la tradición, en un garaje, cual hicieran los fundadores de Hewlett-Packard, empresa donde se conocieron Wozniak y Jobs.
Luego todo fueron nuevas visiones: iMac, iPod, iTunes (que abordaba el gran problema creado por Napster y mostraba el camino para restaurar el negocio de los editores y distribuidores de contenidos), iPhone, iPad y un largo etcétera. Las huellas ya indelebles de un gran creador y visionario que ha cambiado la informática moderna.
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