Hace 29 años me senté por primera vez detrás de una "computadora personal". Era una Apple II. Antes de ello, había escuchado hablar y hasta tenido alguna experiencia con artefactos electrónicos y computadoras. Era la época en que cuando uno pensaba en computadoras, pensaba en un gran espacio de trabajo con muchas personas manipulando a través de pantallas monocromáticas (usualmente de fondo negro y letras verdes) un gran artefacto que ocupaba varios metros cuadrados. Esa Apple se caracterizaba por ser un pequeño aparato que cabía encima de un escritorio, ocupando solamente una parte de él.
Tenía un teclado incorporado y se conectaba al televisor o a un monitor. Nada mal para romper un esquema. El diseñador de esa máquina consiguió romper mi esquema mental. Años más tarde, aprendí que una de las mentes detrás de esa tecnología era Steve Jobs.
La segunda vez que tuve contacto con una Apple, fue con una Mac Classic. En esa época yo ya estaba muy familiarizado con las computadoras personales. Algo que hoy en día viene a la cabeza cuando uno piensa en ello: un CPU, teclado, ratón y monitor. También viene a la cabeza la maraña de cables por aquí y por allá. Todos los conectores parecen iguales y hay que pensar bastante para saber qué enchufar dónde. Una Mac era algo simple, una caja que hasta en su forma vertical, con un monitor pequeño incluido, desafiaba nuevamente el canon establecido. Un solo enchufe del teclado al CPU/monitor. El ratón podía enchufarse al teclado directamente, en lugar de conectarse al CPU; ¡tenía y tiene todavía un solo botón! En este diseño ya se notaba la simplicidad o, por lo menos, una búsqueda exhaustiva de ella. Ni que decir del sistema operativo. Para comenzar, con una interfaz gráfica, la famosa metáfora de escritorio a la que estamos acostumbrados, solo que cerca de 25 años atrás. El ratón era algo completamente innovador, era (y todavía puede considerarse como) una extensión de nuestro brazo dentro de la computadora, alcanzando esos iconos que simbolizaban un archivo, una carpeta, una aplicación, etc. Uno puede “agarrar” esos elementos, es decir, “llevar” el archivo de un sector a otro de la pantalla simbolizando transportar el mismo de una carpeta a otra. Magia para el que había vivido años de su vida digitando en su teclado comandos incomprensibles para la mayoría. Todavía el estereotipo de alguien entendido en computación es una persona detrás de una computadora, usualmente tipo terminal de texto, tecleando comandos textuales en jerga incomprensible. Nuevamente, la persona detrás de este diseño era Steve Jobs.
Así se pasaron los últimos 15 años de la vida de Jobs, reinventando tecnología existente. Reinventó la Mac trayéndonos la iMac: ¿solo el monitor? ¿dónde está la computadora? Se imaginó una laptop y concibió primero la iBook y luego la MacBook.
¿Reproductor de música? Ahí tenemos el iPod. ¿Cargar música a nuestro reproductor? Ahí tenemos la comercialización de música y vídeo más exitosa de la historia: iTunesStore. Luego el teléfono celular con el iPhone. Finalmente, hace un par de años, la reinvención de la computación para todos: el iPad. ¿Computadora? Tal vez es innecesariamente compleja para muchos: mejor un artefacto de manipulación directa sobre la pantalla. ¡Deshagámonos de esos periféricos que solo complican el acceso a los elementos dentro de la computadora! Jobs y su equipo lo lograron.
En todos estos productos podemos sentir una misma preocupación, una misma filosofía: entender la funcionalidad del dispositivo, llevarlo a su forma más simple, pensar en la función del dispositivo en términos de la usabilidad para un usuario cualquiera, no un experto tecnológico. Jobs intentó siempre hacer la tecnología alcanzable mediante la búsqueda exhaustiva de la simplicidad. Y lo logró. De alguna forma, su medida de simplicidad representó la accesibilidad tecnológica.
Steve Jobs no fue un genio inventor de nuevos artefactos, no era electrónico ni era programador. Sabía mucho de todo esto, pero su principal facultad fue la de entender lo que la tecnología podía hacer por el ser humano. La dominó al punto de ponerla al servicio de la humanidad y no viceversa. Muchas veces frente a mi pantalla del televisor, con un control remoto de unas 80 teclas, no sé qué hacer, estoy perdido. ¡Sólo quiero ver Tv y cambiar canales! ¿Para qué sirven tantas teclas?
En todos sus productos y apariciones públicas, Jobs intentó crear una cultura de pensar en la persona, en el ser humano detrás de la tecnología. Una charla sobre tecnología para él no era solo describir el aparato. Era hacer un show, hacer moda, crear expectativa, orientar una nueva forma de vida en el que la tecnología tiene un rol preponderante.
Ahora que Steve ya no está con nosotros, nos toca preguntarnos si aprendimos de esta cultura y podremos transmitirla, esforzar nuestra imaginación y rebasarla creando un mundo distinto apoyado en estas tecnologías que se hacen cada vez más elaboradas, más poderosas. Es nuestro turno: demostrar que el legado de Jobs estará vivo siempre.
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