Antes de que Henrique Capriles pidiera, en conferencia de prensa, a sus seguidores no marchar hasta el Consejo Nacional Electoral, la guerra virtual de las redes sociales ya estaba en marcha. Con más de seis millones de venezolanos en Twitter y muchos más en Facebook, Venezuela es un país donde la población usa estos medios para acceder a la información y mantenerse en constante comunicación, ya que nadie puede censurar los comentarios ni cortarlos a su antojo, como ocurre en Venezuela, en las cadenas del Gobierno que siempre salen al aire cuando la oposición está en alguna conferencia de prensa, marcha, cierre o cualquier evento de noticias que no sea del agrado del régimen chavista.
Incluso dentro del metro se escuchan sin pausa los timbres propios de mensajes y llamadas de los celulares. Esto ocurre en un país donde la gente tiene miedo de hablar por teléfono, ya que sus conversaciones son escuchadas o grabadas, más aún si son personas públicas: chavistas o de la oposición. Algunos de estos registros son divulgados en un programa controversial llamado La Hojilla, que es un programa de opinión que se emite en la televisión estatal venezolana (VTV), cuyo conductor afirma que son pruebas contra cualquier persona que se oponga al chavismo.
Pero la guerra virtual desatada entre los principales actores políticos y del Gobierno de Venezuela es directa y sin tapujos. Uno de los más agresivos es Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional, que llama "asesinos, irresponsables, cobardes y fascistas” a los representantes opositores del legislativo. Y ataca directamente a Henrique Capriles con tuits como @dcabellor: “Capriles fascista, me encargaré personalmente de que pagues por todo el daño que le estás haciendo a nuestra patria y a nuestro pueblo”.
Por el lado opositor están los tuits del coordinador del partido Voluntad Popular, Leopoldo López @leopoldolopez: “El fascismo del Gobierno muestra su rostro con la persecución a empleados y la manipulación de la verdad”.
Las elecciones
En pleno día de elecciones, el Gobierno venezolano llamó al pueblo a estar alerta y dio a conocer que las cuentas de Twitter de Nicolás Maduro y del Partido Socialista de Venezuela (PSUV) fueron hackeadas; sus portavoces señalaron que era una “táctica de desesperación de sectores de la derecha que “no creen en la democracia”, así escribió en la red social el jefe de la campaña chavista, Jorge Rodríguez.
La cuenta oficial de Nicolás Maduro recién se habilitó el 17 de marzo de 2013. Tiene más de 930.000 seguidores, muy lejos de los 3, 2 millones de su rival político, Henrique Capriles. Pero aún más lejos de Hugo Chávez, (@chavezcandanga), que llegó a tener 4,2 millones de seguidores.
El día después de las elecciones, en las redes sociales y celulares circularon mensajes alertando a la población para acudir y juntarse en las plazas de Caracas y del país para ordenar un recuento de los votos.
Para confirmar la convocatoria, salí hacia el comando Simón Bolívar, donde mucha gente ya estaba concentrada. Justamente en la esquina del comando conversé con Timothy Tracy, el periodista acusado y ahora encarcelado por el Gobierno venezolano. Me comentó que estaba en Venezuela hace varios meses haciendo un documental y no dejaba de aclararme que la política en Venezuela era una locura. No lo vi esa noche en las protestas, y me enteré de su arresto por un mensaje de Twitter.
Me reuní con varios líderes universitarios y ellos aseguraron que los mensajes y los tuits eran falsos, que fueron promovidos por el Gobierno para crear un estado de incertidumbre entre sus seguidores.
Esa misma tarde fui testigo de las protestas en la plaza de Altamira y sus alrededores, donde había mucha gente de toda clase social y nivel económico, incluyendo a las camareras del hotel donde me hospedaba y seguramente los infiltrados. A cada hora la Policía dispersaba a los protestantes con gases y perdigones, lanzados por doquier a todo aquel que se atreviera a protestar.
Por esa razón, los partícipes de la marcha no podían acercarse, hablar ni gritar a los policías; parecía el juego del gato y el ratón.
No vi heridos ni muertos, pero si vi y sentí mucho gas, humo y la impotencia de la gente por hacer algo para que su voto electrónico sea auditado.
Estuve fotografiando a los estudiantes que conocí una semana antes haciendo una huelga de hambre en la plaza La Castellana, que fue dispersada con violencia por un grupo de motorizados vestidos de rojo
Al día siguiente, los periódicos del mundo aparecieron con noticias que hablaban de siete muertos por las protestas de la oposición.
Los periódicos no oficialistas en Venezuela no publicaron esta noticia y recibieron fuertes críticas desde las redes sociales del régimen; ese día, Henrique Capriles dio marcha atrás en la convocatoria que había lanzado para que la gente saliera a marchar para hacer respetar su voto. Se conoció que al candidato opositor le había llegado información referida a enfrentamientos, a provocaciones de una batalla campal si chavistas, opositores y sus respectivas movilizaciones llegaban a encontrarse en la calle.
@Nicolasmaduro tuiteó: “Tenemos información de que la derecha está armando grupos con franelas rojas para simular ataque. He alertado a todos los cuerpos de seguridad”.
Hoy, cuando ya pasaron más de tres semanas desde el día de las elecciones, la gente continúa su rutina diaria como si nada hubiese ocurrido.
Sin embargo, también sigue lo habitual en las calles y pulperías de Caracas: la inflación, devaluación, la falta de productos básicos y la delincuencia que cobra más de cuatro vidas todos los días.
A esto se le suma ahora la masacre laboral que se ha desatado en contra de los que no votaron por Nicolás Maduro, autoproclamado como el hijo de Hugo Chávez, además de la persecución de líderes, estudiantes y periodistas.
Todo esto es parte de una guerra virtual, muy bien preparada y desatada en las redes sociales por el aparato mediático chavista.
Ahora los esfuerzos desplegados en las redes sociales están dirigidos a la impugnación de las elecciones, por parte de la oposición; y por el lado del Gobierno, se dirigen a desacreditar a Henrique Capriles, a fin de legitimar la presidencia de Nicolás Maduro y sumar argumentos para apresar a Henrique Capriles, cuyo crecimiento electoral ha dejado preocupados a los chavistas venezolanos
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