Cada vez que una tecnología nueva emerge, sus impulsores corren a predecir la muerte de sus antecesores. Muchas veces tienen razón; otras tantas, ambas alternativas encuentran acomodo sin matarse entre sí. Por esta razón, no nos resulta extraña la euforia de Scott Thompson, presidente de PayPal, quien asegura que la billetera quedará obsoleta en 2015. Sí, en tan sólo cuatro años.
Es claro que el futuro pasa por los pagos con el móvil. Eso nadie lo duda, del mismo modo que hace unas décadas, el futuro del dinero llegó en formas de tarjetas de plástico. Sin embargo, por más que se predijo la muerte del efectivo, aún pagamos muchas cosas con monedas y billetes. Si las tarjetas de crédito y débito aún no han podido con el dinero constante y sonante, ¿podrán los móviles eliminar la necesidad de usar una billetera convencional? Lo dudo mucho.
Aún así, el optimismo de Thomson es parcialmente justificable. De entrada, porque su augurio comprende únicamente a Estados Unidos. Aún así, dude que en dicho país la adopción sea tan radical; sin embargo, sí creo que los smartphones irrumpirán con mucha fuerza como alternativas para realizar pagos. El teléfono pasó a centralizar muchísimas de nuestras actividades, y en ese sentido, no sería raro que también el ámbito económico terminara por insertarse en este dispositivo.
La iniciativa de Google Wallet será, desde mi humilde perspectiva, uno de los hitos de esta década. A pesar de que la adopción de la tecnología NFC ha sido lenta, se ha dado con pasos seguros, y sobre todo, ofreciendo una curva de adaptación al usuario. La implementación ha sido cautelosa pero firme —como dirían en mi pueblo, sin prisa pero sin pausa—, generando las condiciones necesarias para que esta tecnología despegue.
En este nuevo ecosistema de pagos, es lógico que PayPal se muestre tan sonriente con el porvenir. Se viene un auge en las transacciones electrónicas, sobre todo ahora que la cartera electrónica permitirá concentrar todas las cuentas bancarias (y afines) en un solo aparato. Empero, la muerte de la billetera está lejana, aún en los países más avanzados. Pero si lo tomamos sólo como una metáfora del detrimento del dinero físico —y no como una predicción de obsolescencia total— entonces sí tendremos que darle crédito a Thompson. Ya nos acordaremos de este momento, cuando en cuatro años, saquemos nuestro móvil para pagar la despensa.
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