Las redes sociales son parte primordial de la vida diaria de las personas. Hace unas semanas, Facebook alcanzó 1.000 millones de usuarios y Twitter no se queda atrás, pues superó los 500 millones este año. No ha cumplido todavía una década de existencia y su nivel de influencia, que cambió la forma en que la gente se comunica, parece no detenerse. Aunque es cierto que es un medio inigualable para conectar a millones de personas en el mundo y que cada cual puede expresarse y mostrarse como quiere, en ocasiones esa libertad puede convertirse en libertinaje y una conversación puede subir de tono en cuestión de minutos.
Los casos de violencia online son incontables y van desde discusiones de la esfera pública, cuando se debate sobre un tema de interés general como fútbol o política, hasta peleas en el núcleo familiar. Según varias investigaciones, navegar en internet o participar en redes sociales disminuye el autocontrol de las personas porque se dicen cosas que quizás no saldrían a la luz en una conversación cara a cara. El sicólogo John Suler, autor del libro The Psychology of Cyberspace, llama a este fenómeno el efecto de la desinhibición, que puede ser un arma de doble filo debido a que la gente puede mostrar generosidad o revelar cosas muy personales como deseos, miedos o emociones secretas sin atacar a nadie, pero también criticar fuertemente a otros y mostrar su inconformismo violentamente.
Los lugares más hostiles en la red son los foros y los portales web de medios de comunicación reconocidos, pues el espacio para los comentarios de los lectores suele ser un campo de batalla donde cada cual quiere imponer su posición e insultar a los demás sin medir sus palabras. Los columnistas particularmente son objeto de diatribas al igual que las figuras públicas que expresan sus puntos de vista en Twitter. “Se convierte en una especie de guerra teledirigida en la que muchos lanzan balas virtuales sin necesidad de poner la cara. Este tipo de cosas suceden porque la pantalla es mediadora y mantiene a las personas distantes”, explicó Pablo Arrieta, experto en nuevas tecnologías. Según el sicólogo Diego Castrillón, las redes sociales son “una especie de democracia absoluta donde los usuarios sienten que tienen derecho a opinar sobre cualquier tema”.
El anonimato es uno de los factores más influyentes. Los expertos señalan que asumir otra identidad es una especie de escudo que los hace sentir invencibles e invisibles, por lo cual dicen cosas horribles sin pensarlo dos veces. “Cuando un anónimo expresa sentimientos hostiles no tiene que asumir la responsabilidad por esas acciones. Incluso pueden pensar que no son ellos, algo que en sicología se llama disociación”, afirma Suler en su libro. Al respecto, Arrieta considera que esta tendencia es muy negativa porque muchos “sacan provecho de la capacidad del ser humano de alejarse de las consecuencias de sus actos”, dijo.
La comunicación virtual reduce el sentido de identidad y provoca actitudes agresivas. Michael Marshall, el moderador del portal web de la revista New Scientist, convocó en 2007 a un grupo de sicólogos para que explicaran el comportamiento violento y abusivo de los lectores. Todos coincidieron en que el usuario guarda una distancia considerable respecto al destinatario y crea una especie de álter ego que no se rige por las normas sociales que aplicaría en la vida real. Según Marshall, la gente se toma la conversación online como una tertulia en un bar, donde no esperan ser tomados en serio y las reglas no son tan estrictas. Esa actitud despreocupada se debe a que hay un juego de roles distinto y a veces se mezcla la ficción con la realidad.
Emily Finch, penalista y autora que ha estudiado el robo de identidad en el ciberespacio, señala que algunas personas ven su vida en la red como un juego. “Cuando apagan el computador y vuelven a su rutina diaria, creen que pueden dejar el juego y deshacerse de la identidad que asumen en ese mundo”, dice Finch. Esto es común en la red y los personajes que atacan sistemáticamente escondidos en el anonimato son conocidos como trolls. Un caso reciente sucedió en el Reino Unido cuando Leo Traynor, un exitoso bloguero, fue acosado e intimidado durante dos años por un usuario anónimo que resultó siendo un amigo de su hijo de 17 años. Después de recibir varias amenazas, Traynor descubrió al troll y cuando le pidió una explicación por sus actos este le respondió simplemente: “No lo sé, fue como un juego. Lo siento”.
Pero esto no sucede solo con desadaptados. Un estudio realizado por la agencia latinoamericana Marca Social Inc., especializada en monitorear la red, encontró que en las redes sociales los comentarios negativos son más abundantes y lo más sorprendente es “la consolidación de la agresividad online como una forma común de relacionarnos diariamente. Ya no es algo exclusivo de los trolles o anónimos”, dijo Edgar Bok, sicólogo experto en nuevas tecnologías y reputación online de Marca Social Inc. En ocasiones, los ataques son grupales y por lo general las discusiones giran en torno a temas ideológicos, fanatismos deportivos, gustos musicales o personajes públicos. Según Bok, estas conductas forman parte de la coyuntura noticiosa diaria y se conocen como mobbing, una costumbre que muchos adoptan porque les provoca placer ejercer poder contra quienes no pueden defenderse.
Según Suler, la asincronía, el espacio en el que no se interactúa con el otro en tiempo real, como los foros o portales de noticias, lleva a las personas también a expresarse sin moderación. “En la vida real el tono modera una conversación pero en la red no existe ese filtro. Es como cuando una persona conduce un carro y pide el paso, si le ven el rostro seguramente se lo ceden más fácilmente”, afirma Castrillón, quien señala además que esto sucede cuando el destinatario no responde. Por eso, algunos portales web de noticias o comunidades de blogueros exigen que los usuarios revelen sus datos personales antes de opinar.
Lo más grave de esta tendencia es que los más jóvenes pueden seguir el ejemplo de los mayores. Según Arrieta, “los columnistas y políticos deberían aprovechar estos espacios para enviar mensajes constructivos y no de odio, porque sus seguidores van a replicarlos”, dice el experto. Bok afirma que la reputación online es como un cristal transparente que puede destruirse fácilmente, por eso es clave que las personas se eduquen y tomen conciencia. Como concluye Arrieta, el nivel de agresión puede disminuir si la gente es más transparente y entiende que sus actos en la red tienen consecuencias en el mundo real.
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