“Mi madre ya me agregó a Facebook, ¿qué hago?” o “mi padre ahora me sigue en Twitter, ¿cómo lo bloqueo?”, son frases que he leído varias veces. Es como si el terreno virtual fuera nuestro refugio personal y no quisiéramos que nada de allá fuera entrara. Pues les tengo una noticia: ellos también tienen derecho a explotar este espacio. Que Internet sea percibido como “algo de jóvenes” no lo hace exclusivo de cierto rango de edad. Así que, por esta razón, les presento mis cuatro argumentos para dejar que sus progenitores (y otras personas mayores) se acerquen a las redes sociales:
1. Combatir el prejuicio
La desinformación sobre qué hacen las redes sociales es un gran problema. Nosotros deberíamos promover que más y más gente mayor ingrese. ¿Por qué? Porque el temor se basa en el desconocimiento. Porque el miedo y la manipulación son posibles gracias a la ignorancia. Yo he visto cientos de veces cómo algún medio de comunicación distorsiona “los riesgos” de las redes sociales; y si no las conoces de primera mano, te lo creerás todo a pie juntillas. Entrar es el primer paso.
2. Ellos también quieren expresarse
“A veces quiero escribir cosas”, me dijo mi madre cuando abrimos su cuenta de Twitter. En efecto, los padres también quieren expresarse. En estos tiempos, es sencillísimo abrirse un espacio para publicar nuestros pensamientos. ¿Qué nos hace creer que los jóvenes somos los únicos que queremos expresarnos? Nuestros padres —o abuelos, o tíos, o gente mayor, captan el punto— tienen muchas cosas interesantes que compartir, ¿por qué no ayudarles a encontrar otro escaparate al mundo?
3. Intereses para todos
En Internet hay información para todos. Puede que sus intereses no sea los mismos que los nuestros, pero es seguro que encontrarán algún tema que les llame la atención. A través de las redes sociales, les puedes mostrar que en la red hay millones de personas (jóvenes o contemporáneos) que comparten sus aficiones, pasatiempos o gustos. Incluso si alguno de nuestros padres se quedó “atorado en el pasado”, siempre habrá alguien dispuesto a entablar una charla.
4. Mantenerse en contacto
Cuando me fui a vivir fuera de casa, mi madre y yo comenzamos a explorar diferentes medios de comunicación. Lo convencional, por ejemplo, es llamarse por teléfono. Después, al notar que me la vivo conectado, aprendió a usar el correo electrónico para que nos escribiéramos. Luego, cuando compré un smartphone, decidió comprarse uno también y le cargamos Whatsapp. Al final, terminé enseñándole como abrir su cuenta de Twitter para que también pudiéramos intercambiar mensajes por ahí. En esta época, el único límite a la comunicación lo ponemos nosotros, no la tecnología.
En fin, espero que estas razones los animen a invitar a sus padres a explorar las redes sociales. Será que yo he tenido la suerte de tener una madre muy a la vanguardia pero créanme, Internet es una espacio fascinante para todas las edades. Es momento de tomar la responsabilidad de cerrar esa brecha generacional y demostrar, de una vez por todas, que la red es un lugar donde convergemos todos, sin distinción de edad.
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