Las presiones de la industria discográfica han podido finalmente con el servicio de música estadounidense Grooveshark, que tras casi diez años en línea y en torno a seis batallando en los tribunales por su modelo de negocio, tira la toalla y echa el cierre.
Cesó la música en línea. De un plumazo ha desaparecido cualquier representación oficial de Grooveshark en internet, incluyendo el sitio web donde se alojaba el servicio de streaming, las cuentas sociales o el blog corporativo, que hasta hace unos días publicaba con normalidad noticias de artistas en promoción. Todo ha sido eliminado excepto el tremendo “mensaje de despedida” que figura en el otrora portal musical.
Los responsables de Grooveshark anuncian el cese inmediato de actividades y se lamentan por los “serios errores” que han cometido permitiendo la vulneración de derechos de autor. Se disculpan y admiten que han llegado a un acuerdo con las grandes compañías -Universal Music Group, Sony Music y Warner Music Group- y además del cierre, les entregan toda propiedad intelectual -marca, sitio web, aplicaciones móviles-. Acto seguido recomiendan servicios como Spotify, Deezer, Google Play o Beats Music a modo de reemplazo.
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