Katie May subió su última foto a su perfil de Instagram el 1º de febrero pasado. “Maravilloso lunes”, publicó. Horas después, sintió un dolor en cuello y se hospitalizó. Los médicos le diagnosticaron una arteria carótida bloqueada. Tuvo un derrame cerebral “catastrófico” que la dejó en coma. El jueves por la noche fue desconectada de su respirador artificial y murió.
A los 34 años, May se autoproclamaba la “reina de Snapchat”. Lo cierto es que era una verdadera superestrella de las redes sociales. Su cuenta en Instagram tenía casi dos millones de seguidores que cada día dejaban comentarios en sus fotos provocativas, cargadas de sensualidad.
May había nacido en Pittsburgh, Pennsylvania, como la menor de cuatro hermanos. Luego se trasladó a Los Ángeles, decidida a hacer carrera como modelo. Posó para revistas como Playboy, antes de convertirse en una exitosa empresaria. El secreto de su empresa fue ella misma.
Ahora ha dejado a una niña de 7 años, llamada Mia. Como era madre soltera, la menor ha quedado sin sustento. Por eso la familia ha creado una cuenta para donaciones en GoFunMe, que ya ha recaudado poco más de 10.000 dólares.
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