domingo, 23 de julio de 2017

Luces y sombras de las redes sociales en el caso Eurochronos



Todo empezó en el teléfono. Era jueves por la mañana y, como todos los días, la gente empezaba a ejercer la rutina: unos iban al trabajo, otros a la universidad y algunos estaban en el ajetreo de la casa. A una hora en la que poco se chatea, los celulares comenzaron a vibrar compulsivamente y un mensaje se expandía como el fuego en la pólvora: había disparos en el centro de la ciudad. Luego vinieron las fotos, los videos y las cadenas. Eran cerca de las 9:30 de la mañana y el pánico ya había cundido.

La participación ciudadana a través de las redes sociales marcó el atraco de Eurochronos como un suceso sin precedentes en Santa Cruz: la población estaba presenciando un crimen ‘en vivo y directo’ en su smartphone.

“Se debe tomar conciencia de que los usuarios de redes sociales somos actores activos en la comunicación masiva, somos receptores, filtros y emisores de mensajes”, explica Eliana Quiroz, experta en redes sociales, y eso fue lo que sucedió: la gente pasó de recibir fotos y videos a compartir el material hasta el punto de la viralización.

Ese fenómeno generó dos miradas. Hay quienes ven una motivación morbosa en el ir y venir de las imágenes y otros defienden que ese registro constituye pruebas para la investigación. “¿Había necesidad de viralizar esas imágenes? ¿De repetir sin cesar el momento de los disparos?”, cuestiona Eliana y lleva la crítica también a los medios.

La especialista sugiere ser más conscientes del rol que jugamos los usuarios de redes en casos como este y habla de autorregulación. “Si las imágenes han sido suficientemente difundidas (hay que preguntarse si) es necesario seguir haciéndolo. Habrá que entender que ya no es una primicia para difundirla en el muro de cada uno”, afirma.

El miedo, una espiral
La mayoría de las cadenas son evidentemente falsas, pero ante la masiva difusión de mensajes que alertaban otros atracos, mucha gente prefirió pecar de crédulo antes de poner su vida, y la de su gente, en peligro.

Cuando la incertidumbre ya había invadido la ciudad, circularon en WhatsApp una serie de textos falsos: uno decía que habría 15 atracos en el mismo momento en lugares estratégicos (la fuente era un supuesto coronel Gutiérrez); otro, que llegaba firmado por un reo anónimo de Palmasola, alertaba una ola de crímenes a mano armada en los próximos días y varios otros advertían que esos planes ya estaban sucediendo en varias zonas y negocios.

Uno de los objetivos de la delincuencia organizada es promover el miedo y gracias al anonimato y la velocidad del internet, lo consigue sin mayor esfuerzo que escribir un mensaje de este tipo y apretar ‘enviar’ en el celular. El resto del trabajo lo ponen los miles de usuarios que lo comparten.

Sembrar pánico podría entenderse como un delito, pero ante la impunidad de la que gozan quienes lo hacen, estamos obligados a dudar. Antes de reenviar cadenas a decenas de grupos, se debe comprobar si esa información es cierta.

“Ese día se desnudó que no estamos siendo responsables con el poder que tenemos en las redes sociales. Con un gran poder viene una gran responsabilidad y pudimos ver cómo el hecho de compartir una información, de la que no estamos seguros, puede generar una histeria colectiva rápidamente”, analiza Fede Morón, miembro de Revolución Jigote.

Pese a eso, lo que se inició como un rumor pudo haber evitado que quienes tenían planeado pasar por ahí, justo en ese momento, lo hicieran. En esa frontera difusa entre lo que puede ser a la vez el botón que desata el caos o una duda que te salva el pellejo, Fede recomienda ser cautos. “Si te llega algo urgente y necesita ser replicado, hay que prestarle atención pero no decírselo a todo el mundo hasta no estar seguro de la información”.

Los mensajes falsos suelen tener algunos elementos en común que, una vez instalado el temor, nos pueden hacer pasar por alto las obviedades: provienen de fuentes de "amigos policías" o “delincuentes confesos”, te recomiendan no ir a determinados lugares y te quieren hacer creer que eres una de las primeras personas en enterarte, incluso antes de los medios o la Policía.

El caso Eurochronos dejó lecciones y desafíos en varios niveles. Entre ellos, tomar conciencia del inmenso poder que cada uno tiene entre las manos: el smartphone.

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