martes, 1 de agosto de 2017

Redes sociales: un mundo fácil lleno de trampas



Las redes sociales y su realidad virtual nos han ofrecido un mundo fácil, ya que podemos sentir las mismas emociones y reacciones que se podrían experimentar en una situación real, sin movernos de casa, pero han desencadenado una serie de patologías asociadas a su uso.

“Obsesiones descontroladas, compulsiones basadas en el placer y el control de una realidad, o paranoias que conducen a un desinterés hacia la interacción real y en muchos casos, a una huida de la realidad para olvidar los problemas”, explica a EFEsalud el psicólogo Jorge López Vallejo (España).

Señala este especialista que hace unos años llegaban a las consultas de los psicólogos personas adultas con una necesidad absoluta de controlar todo lo que tenían a su alrededor, “pero ahora con la irrupción de las redes sociales y de internet, tenemos casos de adolescentes de 14, 15 y 16 años con este mismo trastorno”.

Los hay incluso que sufren ataques de pánico. Muchos llegan al borde de perder el control, debido a la necesidad que tienen de dominar todas las redes, sobre todo para controlar obsesivamente la imagen que ellos quieren transmitir al exterior, esa imagen que quieren que vean los demás de ellos.

“Es una necesidad absoluta de dirigir lo que los demás pueden pensar o no pensar, decir o no sobre ellos, y la base de la obsesión se centra en el miedo a que lo publicado no consiga el objetivo que ellos quieren”.

Hay, sostiene López Vallejo, diferentes perfiles: obsesivos, paranoicos e histriónicos; perfiles que necesitan estar continuamente visionando, personas con perfiles narcisistas, y una necesidad absoluta de estar siempre en la red.

Los obsesivos, concretamente, necesitan el control de todo lo que aparece en la red.

Luego está el obsesivo narcisista, que “necesita publicar siempre imágenes de belleza, de éxito, de no miserias. De hecho, el tratamiento con estas personas es que palpen sus miserias, que las vean y finalmente las acepten, para no necesitar taparlas con ese exhibicionismo continuo que hacen en las redes”.

Un indicador de que su hijo puede haber cruzado la frontera es si necesita estar continuamente enganchado a algún dispositivo móvil o cualquier otro soporte de acceso a las redes y si además cambia inesperadamente de humor.

“Ese cambio de humor se debe a que después de subir una foto o un mensaje esperan recibir muchos ´me gusta´, y si no lo consiguen viene la decepción y entran poco a poco en un estado de tristeza”.

“O al contrario, si obtienen muchos ´me gusta´ muestran una excesiva euforia o exaltación porque han conseguido el objetivo que querían”.

“Pero ninguno de los dos extremos es bueno: el primero porque les lleva a un segundo intento a ver si obtienen lo que pretenden, pero ya con el añadido del miedo a volver a obtener el mismo resultado, lo que conduce a la ansiedad; y en cuanto al segundo, necesitan más y los límites que se ponen son tan altos que muchas veces sus expectativas no se van a cumplir, y entran en una espiral de control, que les lleva a la tristeza absoluta o al ataque de pánico, y de ahí que de repente se pongan a llorar, gritar, pegar golpes…”

Desde el momento, advierte este psicólogo, de que las redes sociales provocan estrés o ansiedad, hay que empezar a pensar que nuestra relación con ellas es poco sana. La necesidad continua de tener cerca el móvil o cualquier otra tecnología, señala que estamos entrando en estadios un poco patológicos, obsesivos y adictivos”.

¿Qué alimenta el problema?

López Vallejo divide en tres grupos el sistema de pensamientos y acciones que alimentan el problema:

El primero sería el sistema de control: la tendencia a controlar lo que se publica hasta conseguir un objetivo, llegando incluso a pasarse horas retocando fotos antes de la publicación definitiva.

En ese momento se entra en un entorno tóxico intentando controlar cada foto a publicar, preguntando a los demás su opinión antes de subirla, visionando obsesivamente la imagen, ampliando, retocando, hasta conseguir la publicación que inmediatamente llevará a ´me gusta´.

En segundo lugar está el sistema de evitación: no solo estas personas controlan la imagen, también evitan presentar públicamente alguna parte de su cuerpo que no les gusta, lo que saben que no va a gustar a los demás ocultándolo, escondiéndolo, retocando la imagen…y finalmente, y en tercer lugar, el sistema de escape y huida: estas personas sufren la máxima frustración y pérdida de control cuando lo que publican no recibe la aceptación que buscan, en ese momento aparece la ansiedad que lleva incluso a ataques de pánico. /



CUANDO SALTA LA ALERTA

La gravedad del caso, concluye López Vallejo, se hace patente cuando aparecen los siguientes comportamientos:

• Dispersión: falta de atención en clase, en la familia, en el trabajo caminando con los riesgos que eso supone, suspensos, despidos laborales, accidentes de tráfico…

• Agobio constante: queriendo controlar lo que publican y el impacto social de su publicación a la espera continua del ´me gusta´.

• Repeticiones constantes: de fotos antes de colgar la final, entrando en una espiral obsesiva de control del gesto, maquillaje, pelo, ropa o la luz… en resumen, lo que a los demás pueda gustar.

• Necesidad de estar siempre conectados: para recibir de inmediato el ´me gusta´ o el comentario agradable.

“El problema en sí puede ser muy variado, pero con una causa común: Son individuos que sufren de trastornos psicológicos y de comportamiento que se deben tratar, ya que pueden llegar a convertirse en personas ansiosas, inseguras, introvertidas, con miedo al rechazo y la desaprobación social, desarrollando una personalidad con baja autoestima”, afirma López Vallejo.

¿Cómo se soluciona?

Según López Vallejo, habitualmente es la familia la que solicita la ayuda para este tipo de personas, ya que ellas niegan la existencia del problema: lo bueno del caso es que, desde la Terapia Breve Estratégica es posible empezar el tratamiento de forma indirecta con la familia, sin que asista a consulta el propio afectado.

“Nuestra intervención consiste en centrarnos en transformar el mecanismo de placer en una experiencia desagradable, anulando el ritual adictivo y, paralelamente, interviniendo sobre las dificultades personales y de relación que han facilitado la dependencia”.

“Es -asegura- un tratamiento muy demandado y con gran éxito en los resultados de superación del problema”.

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