jueves, 23 de enero de 2025

Brainrot: cuando las redes perjudican nuestro pensamiento crítico y concentración

 Una nueva epidemia se esparce por el mundo a una velocidad inimaginable, entra por nuestros ojos y se apodera de nuestros cerebros, sin que podamos hacer nada para pararla. Esta afirmación, que parece sacada de una historia de terror es como muchos describen al “brainrot” o podredumbre mental, un término que se refiere a las consecuencias del consumo excesivo de redes sociales y sus efectos perjudiciales.

“El abuso del consumo de contenido en redes es uno de los mayores peligros en internet. Al parecer no toda la sociedad ha comprendido el impacto que el uso excesivo de RRSS tiene en la personalidad del individuo y en el desarrollo infantil y adolescente”, sostiene Edwin Pocoaca, docente de la carrera de Psicología de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.

El experto agrega que brainrot, el término popularizado en la cultura digital, especialmente entre las generaciones más jóvenes, no sólo señala un fenómeno cultural, sino también un llamado a la reflexión sobre nuestras prácticas digitales y su impacto en la salud mental y cognitiva.

Específicamente, el brainrot se refiere al deterioro de la capacidad mental e intelectual atribuida al consumo excesivo de contenido trivial en plataformas digitales. Este fenómeno puede incluir desde la obsesión por videos cortos en TikTok y YouTube, hasta la exposición constante a memes y jerga de internet que limitan el vocabulario y la capacidad de comunicación efectiva. Otros comportamientos relacionados, como el doomscrolling (leer compulsivamente noticias negativas), agravan esta situación al generar efectos negativos en el estado de ánimo y la salud mental.

De acuerdo con un informe del Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad (ONTSI), un 33% de niños y adolescentes entre 12 y 16 años presenta signos de dependencia compulsiva a las redes sociales, mientras que un 11.3% de jóvenes entre 15 y 24 años enfrenta un riesgo similar. Esta dependencia no solo afecta su bienestar emocional, sino también sus habilidades de pensamiento crítico y concentración.

“En relación al uso excesivo e indebido de RRSS se ha incrementado la aparición de trastornos de sueño, fatiga, ansiedad, estrés, depresión y problemas de autoestima. Es decir que el uso excesivo de las redes sociales alimenta los problemas de salud mental”, dice el experto.

Entre los efectos de esta condición se encuentran una disminución en la capacidad de concentración, dificultades para procesar información compleja y un aumento en la superficialidad de las interacciones humanas. 

Actividades que propician el brainrot

  • Consumo excesivo de redes sociales: pasar horas navegando entre videos cortos y contenido ligero puede disminuir nuestra capacidad de concentración y retención de información.
  • Exposición a memes y jerga digital: aunque divertidos, pueden limitar el desarrollo de un vocabulario rico y estructurado.
  • Doomscrolling: alimentar la ansiedad y el estrés al consumir contenido negativo sin pausas.
  • Falta de contenido desafiante: optar por entretenimiento fácil y efímero, en lugar de actividades intelectualmente estimulantes como la lectura o el aprendizaje.

Medidas para prevenir el brainrot

La revista The Lancet y otros expertos recomiendan una serie de acciones para mitigar los riesgos asociados con el brainrot y promover un consumo digital más consciente:

  • Aprovechar las herramientas de los dispositivos: la mayoría de los teléfonos inteligentes permiten desactivar notificaciones y establecer temporizadores para limitar el uso de aplicaciones. Estas funciones ayudan a evitar que el tiempo frente a la pantalla se salga de control.
  • Evaluar nuestras emociones tras usar redes sociales: tomar pausas para reflexionar sobre cómo nos sentimos después de usar estas plataformas puede ser revelador. Si la sensación predominante es de frustración o pérdida de tiempo, podría ser momento de establecer límites.
  • Establecer desconexiones prolongadas: programar intervalos sin acceso a redes sociales no solo permite recuperar el equilibrio emocional, sino que también fomenta la reconexión con actividades fuera del ámbito digital, como el deporte, la lectura o la interacción cara a cara.
  • Fomentar actividades intelectuales desafiantes: leer libros, resolver rompecabezas, aprender un nuevo idioma o participar en debates enriquecen nuestras capacidades cognitivas y contrarrestan la superficialidad del contenido trivial.

“Si bien es necesario usar la tecnología y las redes sociales, no dejemos de practicar aquellos hábitos que se tenían antes, como por ejemplo las salidas al aire libre, el deporte, las visitas a amigos y familiares y seamos dueños de nuestro tiempo y de nuestra persona, controlando nuestros impulsos, respetando nuestros tiempos y cuidando nuestra salud”, reflexiona el académico. 

Por eso es importante educar sobre el uso responsable de estas plataformas. Fomentar el equilibrio entre la vida en línea y la vida real, y promover la salud mental son pasos fundamentales para mitigar estos impactos negativos y cultivar una relación saludable con la tecnología.


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